VIERNES 12 (encuentros)

Cerca de las 6:00 llegué a la terminal bimodal de la ciudad de Santa Cruz de la Sierra. Con prisa bajé de la flota a buscar mi equipaje. Hice otra carrera a la boletería -a la fila- a comprar un boleto para el tren. Desilusión!!!, un letrero anunciaba que todos los trenes están llenos los días viernes y sábado -nudo en la garganta- a pocos centímetros otro letrero que indicaba lo mismo para el lunes.
Llovía. Pensé en que hacer, no tenía muchas opciones: “¿volver a Cochabamba?”. Caminé a cotizar el precio del pasaje; los buses estaban llenos o se llenaban mientras preguntaba. Me aseguré un boleto, partiría a las 18:00.

El tiempo de espera era largo llamé a Adriana -una muy querida amiga- deseaba verla hace mucho tiempo. Algunos contratiempos después me encontré con ella y fuimos a su casa. Al bajar del auto y verlos, a Gabriel y Samuel –hijos de Adriana-, me sorprendí, están tan crecidos. Aún llovía. Hablamos tratando de ponernos al día, desayunamos café y cuñape –uno de mis vicios- continuamos la charla cocinando. Llegó Juan Carlos –esposo de Adriana- y comenzamos el almuerzo. El guiso estuvo delicioso. La tarde descanse un poco y jugué con Samuel a ratos. Llegó la hora de partir nuevamente, Adriana me preguntó si me hacía algo, le conteste que no, se dirigió a la cocina saco unas galletas, unas semillas de girasol, insistía en que me llevara un litro de leche, le dije que era demasiado, entonces me empaco un poco en una bolsa, mientras acomodaba las nuevas cosas me pregunto: “llevas toalla” –le sonreí-, me presto una y la empaque y nos pusimos en marcha hacia la terminal. Sobre la hora me despedí de Adriana, Gabriel y Samuel.

Embalados mi mochila y la carpa pregunté la puerta y el andén de donde partiría el bus.

Ya al embalar noté a este personaje cuando reclamaba el alto precio del boleto (justo y necesario). Me lo encontré en el andén, le hablé y le pregunté unas cosas. No soy bueno con los protocolos –creo- después de hablar un rato me presenté:
- mi nombre es José. ¿el suyo?
- Baltasar.
Continué hablando y preguntándole –soy un curioso- nos interrumpió la llegada del bus. Fui a mi asiento el numero 39 esperaba a Baltasar el tenía el numero 40, ya había preguntado que numero de asiento tenía. Ambos molestos por el retraso de la partida del bus aprovechamos de escribir en nuestros cuadernos mientras la luz nos lo permitiera. “Es cosa de la vida que coincidiéramos abajo y coincidiéramos en los asientos” me dijo Baltasar. En el transcurso de la noche sostuvimos una charla interesante de temas diversos que era pausada por silencios, una cena orgánica (cortesía de Baltasar), una película graciosa, silencios y el sueño.

Baltasar, 48 años, piel bronceada de pelos largos y blancos como su barba. Vive en una comunidad ecológica y también viajando por el mundo. Por lo que me contó, tiene una vida bastante interesante nada aburrida. Vive bien haciendo lo que le gusta. Le agradezco los flamencos y las otras canciones que cantó, me gustaron y despertaron mi curiosidad…

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