DOMINGO 14 (perdidos)


Luego del desayuno nos pusimos en marcha al chorro de San Luis.

Pronto abandonamos el pueblo para internarnos en el monte. Se debe de subir una montaña para llegar al chorro.
 Al caminar se siente el verde. De cuando en cuando un olor dulce entra por las narices. Yo me empeñaba en buscar el origen de estos olores; algunas eran flores de unos aromas dulces exóticos con un toque de jazmín.

Las nubes cubrían el sol -evitando el infierno verde que puede llegar a ser el camino- y vientos refrescaban el ambiente.

Mariposas coquetas salían al camino volando por todos lados, pero cuando saqué la cámara se fueron todas, la guardaba y volvían a salir, me rendí.


Caminamos por muchas horas. Estaba seguro que estábamos cerca pero llegamos a un chaco donde no había nadie solo un par de asnos.
Avazamos un poco más y encontramos dos rutas -uno hacia arriba y el otro hacia abajo-; analizamos nuestra situación "¿en alguna parte del camino nos equivocamos de ruta?". Tratamos de ubicarnos geográficamente, había que bajar la montaña para llegar a la caída de agua entonces solo había una posibilidad; seguir el camino que bajaba -ese seguramente nos llevaría-. Pensamos un rato, estar perdidos era una oportunidad de aventura.

Después de caminar buen trecho llegamos a una especie de riachuelo por el cual seguimos hacia un camino de piedra totalmente natural como escaleras.
yume

Pasamos por un bosque, por una pampa, por guapasales (bambusales) el camino se ponía cada vez más y más difícil y un poco tenebroso, “por aquí no camina gente” me decía Elio, pero, yo insistía en continuar.

El sonido del viento se confundía con el agua. Seguimos adelante, en un momento el sonido del agua se hizo muy evidente; seguros de que el río no estaba lejos abandonamos el camino.

Llegamos hasta una pared de unos 300 metros de altura y la descendimos. Caminamos y otra pared más difícil de bajar. Luego dimos con otra pared que era mucho más alta que las anteriores; mientras bajábamos nos aferramos a lo que podíamos para no caer. En un momento sentí que la enorme piedra de la cual me sostuve se venía tras de mí y yo me dirigía hacía Elio. Con mi brazo izquierdo traté de detener la piedra pero esta me empujaba y aceleraba , llegue hasta Elio que extendio sus manos para frenarme; no podía contener más la piedra y la desvie hacia un lado con todas mis fuerzas. Nos salvamos, mire a mi mano que sangraba creí que me la había fracturado luego de limpiarla observe que únicamente tenía un nudillo muy herido lo vendé, serenamos y continuamos bajando.

Elio se adelantó para ver qué camino seguir. Me llamó, baje hasta donde estaba él y me señalo hacía abajo. Eran kilómetros hacía abajo a donde está el rio; estábamos tan arriba y no había forma de seguir bajando.

Que hacer más que continuar caminando pero esta vez hacía el oeste en dirección del pueblo era lo más sensato, caminamos como una hora y aun no había manera de bajar al río, decidimos que la única manera de volver al pueblo era volviendo a subir las paredes y tratar de hallar el camino. La subida fue fatal; terminamos perdidos en un bambusal, esta vez apelamos a nuestra experiencia en este tipo de situaciones; por medio del sol -que apenas se veía entre las ramas- obtuvimos dirección, nos planteamos rutas y nos pusimos a caminar.

El calor aletargaba nuestros pasos, sin agua y aun perdidos hacia que la situación se tornara estresante. De repente Elio halló el camino, aceleramos el paso para salir del bambusal y llegamos al riachuelo a beber agua y descansamos un poco.

"¿Qué haríamos ahora? ¿volver al pueblo o buscar el camino hacía el chorro?".

Bajamos sin éxito buscando la ruta. Caminamos y caminamos por muchas sendas, pero nada, tal vez ya nadie iba y el camino se lo comió el monte. Elio se empecinó en que encontraríamos el camino -por el momento lo mejor sería volver al pueblo a comer y beber agua-.

Cerca al cuartel militar -que es el final del pueblo- se me ocurrió preguntar a los soldados por el camino, me decían que no lo conocían luego pregunté por una tienda o algún lugar donde comer no había ningún lugar cerca. Pasaron unos niños y les pregunté también, me indicaron que el camino ahora pasaba por el cuartel militar.

En la guardia nos confirmaron que era cierto, un soldado nos escoltaría parte del camino. Con hambre, sed y cansados nos lanzamos nuevamente a la aventura. El soldado nos acompaño un cuarto del camino y se despidió.

La gran bajada indicaba que ya habíamos llegado faltaba muy poco.

Más de siete horas de caminos y al fin estaba en frente de esta bellísima agua y piedra. El agua estaba fría; nadé hasta la cascada donde bebí toda el agua que pude, nadé un poco más pero el cansancio hizo que me rindiera y descanse en la orilla.

Me arrastraba hasta mi mochila para sacar la cámara y se puso a llover -¿como podía estar pasando esto?- . Tomamos las cosas como pudimos y nos refugiamos en una cueva. Prendimos un fuego para secarnos y secar la ropa, mientras esperábamos que la lluvia cesara.
matizEn la cueva encontramos una mantis en forma de hoja que se movía en dirección del viento y miles de avispas que amenazaban con picarnos por el humo, y los mosquitos -esos malditos-.



Al fin la lluvia cesó y puede fotografiar el chorro de agua.
chorro de san luis

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