SABADO 27/DOMINGO 28 (saliendo del letargo)

Con amigos y con buena onda realizamos un foto-campamento -el primero-. Montecillo es lugar bello y  muy cerca de la ciudad; el propósito de la acampada era fotografiar estrellas, lamentablemente el cielo estaba nublado e imposibilitó las fotografías.

Pero la noche dio para experimentar con la luna:
A la mañana unas fotografías al río:
río
río
Tambien el primer encuentro con la macrofotografía:
abeja

SABADO 20 (partida)


El tren chocando contra las rieles, monótonos sonidos -entre silencio y golpe-.


Parte mío se queda en Roboré. Al partir de casa de la familia Romero -me despedí- todos expresaron sus deseos de buen viaje y también me encomendaron a Dios. El camino hasta la estación de trenes se llenó de nostalgia. 
Elio subió conmigo al vagón y me acompaño hasta los últimos minutos, nos despedimos y quedamos de reunirnos en Cochabamba.

Horas y horas con sombras amorfas a contraluz y la luna abrazando a los altos. 
Ya volviendo, ya regresando.

VIERNES 19 (entre letras)

"¡Ah! El infinito egoísmo de la adolecencia,
el optimismo estudioso:¡cuán lleno de
flores estaba el mundo ese verano!. Los
aires y las formas muriendo".
A.R.

Una mañana triste, el aviso de partida. Caminata temprana a la estacion de trenes.

"Marcella en Lavapiés
...su fantasma vendría a jalarme los pies todas las noches.
...te he dado un tema para una novela."
M.V.Ll.

Escondido en la plaza bajo los árboles, animando mi lectura, animándome -entre tanto calor , unos 40 mínimo-. No deseoso de volver, con asuntos pendientes, lugares no visitados., cosas no hechas. En parte excusa para volver y excusa para quedarme. Pero la decisión se hizo horas atrás.

Así sucedió el día leyendo.


Perdido en las letras -sintiendo- y pensando -sintiendo-. Encontrado en las letras.

"Desde niño había soñado con viajar, conocer ciudades,y..."

Antes de partir de Cochabamba infiltre a mi equipaje un libro de Vargas Llosa, solo fue casualidad.

JUEVES 18 (encerrados y libres)

En el Valle de las Animas, un pequeño claro en el camino hacía Totaizales, paramos a descansar y observar las interesantes y multiformes rocas fundidas al suelo y esparcidas por el lugar. Aproveché de tomar algunas fotografías. No hay duda de que el lugar fue una zona volcánica; la forma de las piedras, la serranía, muchos indicios.

Luego del descanso continuamos caminando.

El último tramo es una pequeña senda bastante peligrosa, casi inexistente. Elio comparaba el lugar con las minas del rey Salomón o Congo, películas, le doy razón. El monte se come todo, si se deja la mente volar es facil suponer que nadie o muy pocos pisaron allí.
Un verde con fragancias muy particulares con un cielo fugaz entre sonidos de monte y jadeos, encerrados y libres.

Llegar fue algo muy esperado. El largo camino de largas horas se tradujo en gasrgantas secas. El río es lo primero que se ve a unos cuantos metros se encuentra una poza empedrada hasta la oscuridad.


Caminando y sorteando algunos obstáculos llegamos hasta la cascada y la poza Totaizales. Rodeada de enormes rocas y cuevas, un lugar muy bello envuelto en misterio y con un aire de miedo. Primero lo primero, zambullirnos en el agua. Inesperadamente comenzó a llover, no quedó otra que escondernos bajo las rocas.

Paso la lluvia y tomamos unas cuantas fotografías y emprendimos la vuelta.

Nos tomamos el tiempo de admirar cada obstáculo, pequeñas caídas de agua, caminos de roca cubiertos enteramente de musgo, cada uno muy lindo y en algunos casos indescriptibles.

Caminamos de regreso hasta la primera poza para buscar leña y cocinar nuestro almuerzo. Mientras yo hacía fuego y cocinaba Elio pescó tres pececillos que cocinó y comió. 
Descansados y con el estomago lleno era hora de volver. Con tristeza miré, olí, sentí, viví la paz de Totaizales. Despidiéndome del lugar la nostalgia me agarró; pensé en mis amigos -los extrañaba-; a ellos también les encanta la naturaleza. 

El camino de vuelta fue: palabras, arena, risas, piedrecillas, recuerdos, yerbas, heridas, insectos, sed y mangos. Cansados llegamos al pueblo y a casa. 


Después de la cena y un breve descanso por pura casualidad llegó mi primera oportunidad de fotografiar la Luna. Cuando todos en la casa vieron la pantalla de la cámara pusieron esa cara de oooh!! al igual que yo, un momento muy grato, luego pude ir a la cama con una sonrisa.

MIERCOLES 17 (persiguiendo)

El clima estaba raro; llovía y no llovía. Cuando despejo hacía mucho calor, parecía un infierno, y me decían que era la resolana -cuando el agua de lluvia se evapora con el sol-. No aguantamos más, dejamos todo y nos lanzamos hacía el río nuevamente. Pasamos una linda tarde nadando.

El chorro era una poza natural en el cauce del río que está cerca del chorrito que al parecer fue de las primeras fuentes de agua potable por cañerías del pueblo. La prefectura de Santa Cruz hizo un trabajo para volver el lugar más turístico, ampliaron el tamaño de la poza, la rodearon con cemento y pusieron un puente, entre otras cosas, quedo muy lindo. Yo lo prefería cuando era totalmente natural.


Llegó la noche calurosa con promesa de lluvia.  Elio y yo dimos por el pueblo; nos sentamos en la plaza, caminos por la calle principal adoquinada, riendo y haciendo bromas. Necesitábamos refrescarnos, pasamos por una pequeña venta y una gaseosa de pueblo era la mejor opción -en honor a Javier que le gustan esas exóticas gaseosas "quien sabrá de que están hechas"-.
Caminando de vuelta  vi una Luna que no vi antes -nunca-, parecía un platanito flaquito, muy flaquito.  Esta imagen merecía ser fotografiada. Corrimos a casa por la cámara y el trípode, creó que nos tardamos mucho, cuando volvimos ya no estaba, se había movido. Decidí entonces perseguir la Luna por  2 o más kilómetros -ya llegabamos a la carretera, al “Corredor Bioceánico”- pero no pude tomarle la fotografía porque se nublo y además Elio insistía en que era peligroso continuar caminando. A mi no me parecío aunque estábamos en una densa oscuridad. 
 Curi-curiíi, burua-burua, wrappppp, miieauúu-miieauúu, dicen que las ranas croan pero yo las oí maullar, chirriar y hacer sonidos que tal vez no han sido clasificados por la ciencia, volviendo a casa maullamos, chirriamos y croamos, volvimos como ranas.

MARTES 16 (agua)

Carnavales. Llovía por la mañana. Cerca al medio día el cielo despejo y comenzó el martes de tinta y barro. me paré junto a la reja para observar este espectáculo. Grupos de gente persiguiéndose para mancharse de tinta, y aprovechaban los charcos para revolcar a los que se resistían con cierta malicia.

Por la tarde aumentaba el calor. La situación se tornó inexcusable:deberíamos dirigirnos al río.

Elio caminaba con el temor de que nos agarran las pandillas de tinteros o que nos mojaran -a esto yo no le veía problema-, o lo peor que nos revolcaran en los charcos. Nuestro primer encuentro lo tuvimos a una cuadra de casa. Yo llevaba un libro y unas copias para escudarnos, para tener una excusa y evitar la entintada, este obstáculo lo pasamos sin problema aunque nos rodearon; mas adelante caminamos laberínticamente por muchas callesitas procurando evitar el encuentro con los carnavalearos. durante todo el camino Elio maldecía el carnaval.

El agua estaba fresca,un poco turbía, en hora buena nuestra decisión, tengo la teoría de que Elio nació en un río, es todo un experto en el agua (hace unas cosas loquisimas), yo, aunque sé nadar no soy bueno, le pedí entonces que me enseñe a clavarme, aprendida esta destreza la repetí hasta el cansancio.
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